Encaramada en una colina en Seal Rocks, cerca de Newcastle en Nueva Gales del Sur, Australia, se encuentra esta magnífica casa. Las vistas al mar, kilómetros y kilómetros de mar, son el mayor valor de la casa. Allí, sentado en una de sus terrazas, uno podría estar horas oteando ese horizonte infinito o viendo pasar a las ballenas en sus viajes migratorios o admirando las habilidades de los surfistas que acuden a estas playas del sudeste de Australia, uno de los lugares míticos del surf. Ya que aquí el mar golpea con fuerza y sus olas son famosas entre los surfistas de todo el mundo.

Compuesta por varios pabellones alineados siguiendo la pendiente de la colina la casa se asoma al oceáno.

De líneas sencillas, la casa está abierta al mar tanto física como visualmente, terrazas, grandes cristaleras y ventanales. La propia casa nos dice que lo más valioso que tiene son sus magníficas vistas. Una casa construida para vivir el mar.

Una de las terrazas solarium desde la que poder disfrutar del sol y de la playa.

Otra gran terraza donde sentarse y gozar del privilegiado enclavamiento.

El salón, con toda la pared del frente acristalada es como una terraza más para los momentos climatológicamente adversos.

La cocina, amplia, diáfana y como no, con vistas al exterior. La isla en madera clara y blanco, los colores básicos que adornan la vivienda.

La mesa de la cocina de dimensiones regias y situada en primera fila para comer sin perder ojo al espectáculo marino. Una casa construida para vivir, práctica, cómoda y volcada en su valor más preciado, las magníficas vistas que se disfrutan desde su localización.

Vía: desire

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